El Día de los Padres le obsequié a mi progenitor una tablet. La intención original era que él leyera los periódicos digitales (al menos esa fue la excusa). Pero en realidad, lo que quería era que finalmente experimentara las infinitas opciones que ofrece la red. Ya a principios de este año, había comenzado sus pininos de navegación con su nueva unidad de celular, que al cambiarme de compañía, ahora incluía Internet. Allí, José le enseñó a leer los titulares de los periódicos, y yo le mostré cómo se enviaban los mensajes de texto, con fotos y todo. Resultó ser un alumno excelente, por lo que la tablet era el siguiente reto.
¿Por qué un tablet? Me pareció, y creo que fui acertada en eso, que es una tecnología menos intimidante que la computadora para aquellos que nunca han experimentado con una. Con ese mecanismo de tocar la pantalla y encontrar rápidamente se hace muy fácil el aprendizaje. Y así fue. Aparte de ubicarle las páginas de los periódicos en la pantalla principal, le cree una cuenta de e-mail, y le pedí a los familiares que les escribieran un saludo, para entonces enseñarle a dar reply y escribir un breve texto. Él es muy estructurado, así que anotó todas las instrucciones que le dimos. Los primeros mensajes que me envió estaban en blanco, pero me alegraban igual, porque sabía que tenía su tablet en mano y que estaba experimentando. Luego de algunas sesiones de couching, aparecieron los mensajes con texto. Así, que ya se graduó del primer curso de e-mail, lo próximo es Facebook, jajajaja, ya veremos.
Además de los periódicos, José le colocó algunas páginas sobre las condiciones del tiempo. Cuando tuvimos el aviso de la tormenta, que luego fue el huracán Irene, él siguió la trayectoria por su tablet. Hasta decidió poner las tormenteras por lo intimidante que se veía el fenómeno en las proyecciones.
Como estudiante aplicado, me sorprendió ayer cuando me dijo: «Mari, entré a tu blog». Sucede que en la firma de mi e-mail tengo abajo la dirección de este blog. De manera, que cuando estaba contestándome un correo electrónico, vio la dirección y entró (esa clase todavía no se la había dado). Desde allí también entró al blog de mi hermana Chiqui (que aunque descansa, sus letras y palabras siguen vivas en el ciberespacio). Me contó de todo lo que leyó, y le dije: «Escribiré sobre ti y tu tablet, para que vean que los veteranos también son cibernéticos».
Bien, aquí está historia, que se podría extrapolar a situaciones laborales y de otras entidades en las que cooperan o laboran la generación de veteranos, también llamada tradicionalista o silenciosa. Ellos se criaron ajenos a todas estas tecnologías contemporáneas, por lo que ante el temor que da lo desconocido muchos no lo han intentado. En ese sentido la mentoría reversa (cuando los más jóvenes le enseñan a los más adultos), es una estrategia que podemos usar a nivel familiar (como en mi caso), y organizacional. De todas formas fueron ellos, las generaciones anteriores, los que nos enseñaron los valores que tenemos hoy día. Al menos mis padres me enseñaron la importancia de la educación, de la honestidad, de la unión familiar, del compromiso con el trabajo, y mucho más.
Así que mi papá Paquito Rosa Feliciano, de la generación de los veteranos (tanto generacionalmente como literalmente, ya que fue a la Guerra de Korea), ahora tiene una tablet. Y yo Mariam Ludim, de la generación X, ahora tengo un papá cibernético.